Prólogo

                                    Cuando la abuela nació el mundo empezó a morir.

                                             Gerardo Rodríguez Salas

 

La vida es como un telar que va tejiendo historias, nos dice, en el primero de ellos, el narrador de estos doce relatos, de singular y profundo calado. Son doce historias, de diferente estilo, que nos sumergen en mundos sorprendentes, mundos cotidianos, que están dentro del discurrir de cada día, y mundos mágicos, por así decirlo, que nos llevan a un universo onírico, pero todos, en el fondo, enraizados en la vida. Nuestra vida, que está llena de historias, dentro y fuera de nuestro entorno.

Leyendo estos relatos, escritos con la minuciosidad de quien indaga en lo más profundo de nuestro ser y de nuestra sociedad, me he preguntado a veces por el hacer literario, la construcción del relato de nuestra vida. Me he preguntado si la vida teje estas historias o si estas historias crean la vida. Y, claro, no tengo otra respuesta que aceptar las dos posibilidades. La vida crea la literatura y la literatura crea y de alguna manera modifica la vida. Puesto que las reflexiones que un buen relato se hace y nos hace modifican sin duda nuestra percepción de las cosas, y nos llevan a otra realidad, que tiene que ver con nosotros, pero que es nueva y trae nueva luz.

Gerardo Rodríguez Salas irrumpe en el mundo literario, o más bien en el de la publicación, pues sin duda la madurez de estos relatos indica que hay mucho trabajo anterior que no ha visto la luz (por decirlo así, un poco tópicamente); irrumpe, digo, con fuerza, para añadir un nuevo nombre a la nómina de escritores en nuestro país y nos invita a sumergirnos en estos doce relatos sin prejuicios, dejándonos llevar de su mano por universos diferentes cada uno, pero unidos por una voz, una manera de acercarse a la compleja realidad de nuestra vida.

Vienen aderezados o encabezados estos relatos por citas literarias de escritores y escritoras, como referencias que nos acercan no solo a los textos, sino también al ámbito literario del autor. Y sin duda encontramos en la intención del mismo, de Gerardo Rodríguez Salas, un particular empeño en abrir en cada historia una especie de cortinilla que nos asoma al espacio recreado para dejarnos ver y escuchar las voces sencillas de la gente corriente, para recuperar el lenguaje popular, el lenguaje rural y los sucesos cotidianos, atravesados muchas veces por una especie de realismo mágico o surrealismo que deja al descubierto el corazón oscuro de la humanidad. La vida es dura, trágica, parece decirnos el autor, pero a veces es también entrañable, dulce y amarga a un tiempo.

El primer relato, relato principal y uno de los más extensos y ambiciosos, que da tono al resto de las diferentes historias, es una especie de autobiografía ficcional, titulado “Hijas de un sueño”, que también da título al libro. El autor se inventa un pueblo: Candiles, un espacio literario, y también una historia familiar, en la que las mujeres cobran todo el protagonismo. El relato comienza alrededor de la abuela, es decir, de los momentos finales, de la muerte de la abuela. Alrededor de su cama aparecen las hijas, que van contando y recreando esa historia familiar, salteada de anécdotas curiosas, trágicas o divertidas. Pero lo más singular es cómo el autor recupera el lenguaje popular, dentro de una corriente neo-ruralista, utilizando el modo de hablar, el dialecto de los pueblos andaluces, que aparece en los diálogos con toda naturalidad, espontaneidad y capacidad de evocación, en tono, como decimos, autobiográfico.

De pronto, el segundo relato, da un salto espectacular y, utilizando un lenguaje poético depurado y surrealista, nos lleva al Lorca de Poeta en Nueva York, entrando en diálogo con ese oscurantismo lorquiano y combinando su tragedia con la caída de las Torres Gemelas y la propia tragedia de los protagonistas de la historia de este relato titulado lorquianamente “No duerme nadie”. Un surrealismo que provoca en el lector un extrañamiento (¿algo brechtiano?) y pone distancia al tono utilizado en el primer relato y en general en el resto del libro. Aunque otro de los relatos, “Retales”, nos acerque de nuevo a Lorca, pero al otro Lorca, populista, de “Doña Rosita la soltera”, que ya entronca más con el resto del libro.

Hay que destacar en estos relatos el protagonismo de las mujeres o de los personajes que tradicionalmente han sido marginales en nuestra sociedad (homosexuales, travestis, “santos” o curanderos, a los que la gente sencilla acude, en los que cree). Protagonistas que nos llevan a historias fuertes, cuestiones de género, lenguajes y ambientes marginales: sobre todo en cuentos como “Babel”, impresionante, duro. O historias fantásticas, de aquí o del otro lado del tiempo, literarias, dejándonos belleza e incertidumbre. Todo vale, cuando lo que se quiere, también, es hacernos dudar de una realidad que no sabemos dónde acaba ni donde empieza el sueño o la literatura. Como ocurre cuando leemos el relato ‘A la vuelta de los sueños’ (“El sueño no soy yo a este lado; eres tú en el tuyo”). Entre magia y realidad (‘La lámpara’) nos llevan de la mano muchos de estos relatos de mujeres, hacia un mundo mitad de luz, mitad de sombra. Hasta llegar, finalmente, a ‘Doce mariposas’, de nuevo una historia mágico-trágica, localizada en tiempos lejanos, cuando aún existía la inquisición, que abunda en la marginación de las mujeres y en esa rebelión soterrada y valiente, que siempre ha existido y que las ha llevado a situaciones y momentos absolutamente trágicos y también de alguna manera absolutamente sublimados por la leyenda.

Invito al lector a que se atreva a cruzar la puerta que nos abre un mundo que no tiene límites: el espacio de la imaginación y el conocimiento, el espacio tantas veces enigmático y seductor de la literatura.

Ángeles Mora

Premio Nacional de Poesía 2016

Angeles Mora