Gracias también a quienes asistieron a pesar de la tórrida tarde.
Gracias a Pedro Gómez por la sorpresa y por algunas de estas fotos (el resto son del Laberinto de Ariadna).
Gracias en especial a mis queridxs Fer Gutiérrez y Mónica Picorel por su complicidad, al igual que a Xavi Rodríguez.
Moltes gràcies.
Aquí reproduzco la crónica maravillosa de Pedro Gómez sobre mi participación en el evento.
Verso, voz y verano: Gerardo Rodríguez Salas en el Ateneu Barcelonès
Ayer, mientras el calor húmedo de la Barcelona estival envolvía calles y cuerpos con su atmósfera dulce y pesada, el Ateneu Barcelonès ofreció un espacio para la palabra viva. Tuvo lugar un recital en el que participó el poeta granadino Gerardo Rodríguez Salas, acompañado de los también poetas Sol Mussons, Xavier Rodríguez y Francisco Javier Solé Ribas. Un encuentro plural de voces diferentes.
Gerardo Rodriguez-Salas, autor de los poemarios Anacronía y Los hilos de la infamia, leyó textos de ambas obras con una cadencia serena, que no excluía la emoción contenida. Su poesía, profundamente simbólica y tejida desde la experiencia de la pérdida, la memoria y la identidad, dialoga con el cuerpo, con la historia y con el mito. Así, su lectura fue mucho más que un repaso de versos: fue un pequeño viaje por las estancias de la ausencia y el dolor, pero también del lenguaje como posibilidad de resistencia.“Una cicatriz no es más que la memoria/ de una puerta cerrada”, le escuchamos decir, y por un momento el silencio se volvió poesía, como si el aire mismo hubiese prestado atención. Anacronía, escrito tras la muerte de su hermano, rescató algunos de sus pasajes más íntimos. Y en esa línea vibró la gravedad del duelo, pero también su belleza. La palabra, en sus versos, no buscó cerrar heridas, sino nombrarlas con dignidad y hondura.
Más reciente y más feroz en algunos pasajes es Los hilos de la infamia, un libro que toma como punto de partida el mito de Aracne para reflexionar sobre la violencia, la desigualdad y la ruptura del tejido social, especialmente capturado en el poema «Europa». Allí, el símbolo clásico se deshace en lo cotidiano, en lo político, en lo que duele. Gerardo, entrelaza las voces de Aracne y Atenea, los cuerpos vulnerables, la infancia silenciada. Sin grandilocuencia, sus versos se convierten en un telar donde cada hilo revela una fisura, una fractura, una posibilidad de recomposición.
El acto, compartido con Sol Mussons, Xavier Rodríguez y Francisco Javier Solé Ribas, fue coral, íntimo, cercano. Cada poeta aportó su universo, su ritmo, su búsqueda. Pero en la voz de Gerardo había un peso particular, como si el poema viniera de más lejos, de alguna grieta que no pierde la luz.
Tras el recital, algunos de los asistentes —entre los que me encontraba— compartimos un rato de conversación distendida. Entre palabras y primeras afinidades, lo que había sido un acto poético se prolongó en una sobremesa cálida, amable, en la que los versos todavía flotaban en el aire, como si se resistieran a marcharse. Porque cuando la poesía toca lo real, también sabe quedarse sentada a la mesa.
Pedro Gómez


















