‘Casa de las Chirimías’

Dibujo de Juan B. Olalla Rodríguez
** Este relato se incluyó en el programa de la 47ª Conferencia Internacional de la International Double Reed Society (página 183), celebrado en Granada del 28 de agosto al 1 de septiembre de 2018. Se incluyeron poemas y relatos de Ángeles Mora, Teresa Gómez, Isabel Mellado, Ángel Olgoso, Alfonso Salazar, Alberto Granados. Ventura Rico, Elvira Cámara, Marina Tapia, Miguel Arnas Coronado y Natalia Pérez. Asimismo, participé en la traducción de los textos, junto con Margarita Carretero, Elivra Cámara y Natalia Pérez y, en el caso de mi relato, Carmel Bird.
‘Casa de las Chirimías’
El cielo se bebió de un sorbo el vino tinto de la Sabika. El ocaso se quebró como las ascuas de una chimenea. Mientras los dedos danzaban por las teclas del oboe, sus zapatos agujereados colgaban sobre el río, alejados del muro de piedra en el que estaba sentada. Quenco movía la cabeza al ritmo de «Granada» y, acurrucado junto a su dueña, miraba indolente al corrillo de turistas. Con aire majestuoso, la Torre de Comares alzó la cabeza entre árboles oscuros y, de sus enaguas, asomó el Hotel Reúma que, modesto y desconchado, dibujó una casa de muñecas en su fachada. Los recuerdos resbalaron por la bóveda escamada y la maletita de sueños resonó con voces del pasado.
La joven aspiró un olor a menta y a musgo y voló hacia su niñez a lomos de notas musicales. Se acordó entonces de la Escuela del Piojo, aquellos niños tan pobres y andrajosos como ella. Había leído que un día los monjes se marcharon y el colegio enmudeció y los niños y sus cantares cayeron en el olvido. Cuando se disipó el murmullo, miró al puente de soslayo y recorrió con la mirada el empedrado hasta la Casa de las Chirimías, una torrecita de ladrillo, tímida y callada. Sus ojos se clavaron en el mirador del torreón, donde, antiguamente, los músicos amenizaban las fiestas a las autoridades. «Es curioso que los nobles no le cambiaran el nombre» ―pensó. «Ésa es nuestra casa». Acarició el oboe y besó a Quenco en el hocico y subieron al torreón como un cohete.
Allí sonó la chirimía, o al menos ella la escuchó, y en sus ojos se agolparon recuerdos imaginarios, tal vez engendrados por el balconcito de la casa de muñecas. A ritmo de música y ladridos, se abrieron las doce ventanas y asomaron unos niños harapientos y sonrientes, que regalaron cantos a la ciudad.
El oboe tembló en sus manos.
Gerardo Rodríguez Salas
* La chirimía es un instrumento musical de viento hecho de madera de unos 70 centímetros de largo, con diez agujeros y boquilla con lengüeta de caña. Es el antepasado directo del oboe, de uso común en Europa desde el siglo XII.
Puedes ver el catálogo completo en este Enlace.
