TENSY GESTEIRA
Reconozco mi infancia en cada uno de los relatos que componen Hijas de un sueño, de Gerardo Rodríguez Salas, aunque en ellos se hable de un pueblo ficticio andaluz de hace un tiempo. Lo puedo reconocer ya en la primera frase del primer relato que da nombre al libro: “Cuando la abuela nació el mundo empezó a morir”. Desde aquí y hasta el último de los cuentos el autor traza un camino sinuoso por diversas vidas de personajes que habitan este fantasioso pueblo de Candiles.
En ellos está expuesta la lengua de la vida, de esas gentes que no tienen estudios pero atesoran años y años de dura supervivencia. Esa sabiduría popular que ha definido a las generaciones de nuestros abuelos. La de los míos también, por eso los veo en cada relato de Gerardo.
El autor emplea, pues, un lenguaje vulgar para imitar las voces de las clases populares, aunque sin menospreciarlo, sino más bien rindiéndole un homenaje. Por Candiles transitan personas buenas, pero también está lo peor del ser humano, y las sensaciones universales que todos experimentamos a lo largo de la vida: el amor, el odio, la traición, la dureza del entorno, el poder, la injusticia…
Avanzo por estos relatos con calma, una petición que me hace el estilo mimado a la perfección. Voy encontrando ahora referentes literarios e históricos, y van apareciendo las metáforas, como esas en las que se habla de la vida como “un telar que va tejiendo historias, coloridas como los trajes de Canarias que Matilde vendía como churros” o unos pocos párrafos más adelante cuando se define a este mismo personaje como “una Penélope con tara y tarada, sin Telémaco ni Odiseo, sin telares ni telas, solo retales de recuerdos”. Aquí aparecen los los ecos de la mitología griega, y también las leyendas tradicionales.
Sigo transitando y encuentro una de mis citas favoritas al comienzo de un relato, precisamente de la autoría de Luís García Montero, que dice precisamente: “tal vez no envejecemos. O es acaso que el tiempo se quitó los tacones para no molestarnos”. Y con estos referentes ya podréis advertir que estamos ante un autor dotado de una sensibilidad abismal para entender el alma humana, con especial interés por el papel que desempeñaron las mujeres en la historia de los pueblos. Relegadas siempre al ámbito femenino, el autor hasta se atreve a crear un relato revolucionario al final del libro, en el que nos ofrece una esperanza para tomar esa parte del mundo que nos han quitado.
En este Candiles de Gerardo Rodríguez, en el que es imposible no acordarnos de la Comala de Juan Rulfo o del Macondo de García Márquez, nos sentiremos como en casa. Aunque es ficticio, bien podría ser cualquier pueblo de Andalucía y, por qué no, otro lugar, porque los sentimientos evocados son universales.
Fuente: ‘Lecturafilia: Leer es vivir dos veces’. Autora: Tensy Gesteira