En esta entrevista tan personal para la revista cultural andaluza SecretOlivo, dialogo con los escritores Javier Gilabert y Fernando Jaén, justo la semana que se cumple el 120 aniversario del nacimiento de Federico García Lorca. Con motivo del aniversario, se reproducen dos fragmentos de mi relato ‘No duerme nadie’, donde le doy a Lorca la oportunidad de nacer por segunda vez.
Gerardo Rodríguez-Salas: “El sonido del telar me ha perseguido toda la vida, tejiendo mis historias con sus cadencias”
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Gerardo Rodríguez Salas (Granada, 1976) es profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad de Granada. En 1998 cursa un Máster en Estudios de Género en la Universidad de Oxford (Reino Unido) y en 2003 defiende su tesis doctoral sobre Katherine Mansfield, que obtiene el Premio de Doctorado. Es autor de tres libros de crítica literaria, cuatro como editor y más de 25 capítulos de libro en publicaciones de impacto internacional y ha publicado más de 40 artículos de teoría literaria en revistas de España, Reino Unido o Estados Unidos. Su investigación se centra en escritoras y escritores contemporáneos en lengua inglesa con perspectivas comunitarias y de género. Actualmente es el coordinador del Máster Erasmus Mundus GEMMA de Estudios de las Mujeres y de Género en la Universidad de Granada.
Pero lo que lo trae a nuestra sección es, sin duda, su fulgurante irrupción en el mundo literario con su ópera prima, ‘Hijas de un sueño’ (Esdrújula, 2017), un precioso y preciosista libro de relatos que le ha valido, entre otras cosas, la nominación al Premio Andalucía de la Crítica y con el que lleva girando medio año por el circuito literario granadino, andaluz y nacional. Acaba de llegar de firmar ejemplares en la Feria del Libro de Madrid, tras su paso por las de Sevilla y Granada, con un éxito muy notable.
Fernando Jaén (F.J.): Hiciste tu tesis sobre la autora neozelandesa Katherine Mansfield, que supo transformar su mala salud en un cuento de tristeza y superación. “Reconozco que hay algo triste en la vida, es difícil definir lo que es”, escribía en uno de sus relatos. ¿Cómo te ha influido esta autora en tu vida y en tu obra?
Gerardo Rodríguez-Salas: Mansfield es una de las grandes maestras del relato corto modernista en lengua inglesa, marcada sobre todo por el ruso Antón Chéjov. Su influencia en mi obra es evidente, como se evidencia en la utilización de un par de citas suyas que abren mis relatos. Aparte de sutiles ecos de algunos de sus cuentos –‘The Daughters of the Late Colonel’ en ‘Hijas de un sueño’; ‘The Wind Blows’ en ‘Todas las almas’; ‘A Doll’s House’ en ‘La lámpara’– mi relato ‘Retales’ es una clara reescritura del extraordinario relato de Mansfield ‘Miss Brill’ con un guiño a Doña Rosita la soltera y una ubicación claramente andaluza. Ciertamente la mala salud tiñó su ficción, pero, mientras que en su vida personal no supo gestionar el miedo a la muerte y a la soledad y acabó sometida a su marido, John Middleton Murry, y terriblemente decepcionada, en sus relatos es capaz de canalizar esa angustia en textos llenos de luz y de esperanza, donde en muchas ocasiones la figura infantil cobra fuerza frente a los estragos destructivos de la muerte. Mansfield supo refugiarse en su ficción de una realidad demasiado cruel –no sólo su propia crónica de una muerte anunciada, sino la muerte de su hermano Leslie en la I Guerra Mundial– y el resultado son pequeñas piezas exquisitas, pulidas hasta el extremo para conseguir un efecto de sencillez y naturalidad. En mi primer libro de relatos he querido explorar el terreno de la ficción desde una posición similar a la de Mansfield: la elección del relato corto, la prosa poética, la revisión sistemática de cada palabra para conseguir lirismo y aparente sencillez, la sombra de la muerte que planea por todos los relatos pero el guiño final a la vida, a esa luz reparadora de la literatura.
Javier Gilabert (J.G.): Has irrumpido en el mundo literario como un ciclón, con una cantidad ingente de presentaciones, entrevistas, firmas, apariciones en radio, prensa y televisión… Ahora que las aguas parecen calmarse un poco, ¿cuáles son tus sensaciones? ¿Es como te lo imaginabas?
Gerardo Rodríguez-Salas: Debo reconocer que no he tenido ni un segundo para reflexionar al respecto. Aparte de esta irrupción literaria, me debo a mis labores docentes e investigadoras y me gusta mimar todo lo que puedo mi parcela personal. Por el momento, me dejo llevar, saboreo la recepción que está teniendo el libro porque, sin duda, lo que más me llena de este proceso es la respuesta de los y las lectoras. La gente está acogiendo a mis hijas con mucho cariño y recibir esas muestras de afecto me llena de emoción. Me siento muy afortunado. No esperaba para nada este recibimiento.
J.G.: ¿En qué momento y por qué sientes la necesidad de plasmar en un libro la inquietud que está tras ‘Hijas de un sueño’? ¿Puedes explicar a los lectores brevemente qué van a encontrarse en las páginas de tu primera obra?
Gerardo Rodríguez-Salas: La verdad es que llevaba años flirteando con la escritura creativa. Empecé a escribir un diario a los 14 años en el que recogía reflexiones sobre la vida y la literatura más que un listado de acontecimientos cotidianos. Mi diario (que nunca era diario) era un caleidoscopio de reflexiones, relatos, poemas, fotografías, recortes de prensa, cartas, recetas de cocina… Un álbum de recuerdos en el que siempre era consciente del proceso de escritura. Sin embargo, el momento que vio nacer a ‘Hijas de un sueño’ fue la muerte de mi abuela. Mi casa siempre ha sido un matriarcado y mi abuela vivió muchos años con nosotros, impedida en su ‘cama eterna’. Cuando murió, yo estaba de congreso en Londres y, como mi madre y mis tías decidieron no decirle nada a nadie hasta el día siguiente, no tuve tiempo de venir al entierro y la lloré en la distancia. El día del entierro recuerdo mis paseos por un British Museum pasado por agua, reflexionando sobre la fugacidad de la vida y el arte que dejamos detrás, que perdura tras la muerte. Al regresar a Granada y descubrir que mi madre y sus dos hermanas habían velado en silencio a la abuela durante toda la noche antes de avisar al resto de la familia, supe que tenía mi primer libro entre manos. No quería que mi abuela y los valores que ella representa murieran. Y así nació ‘Hijas de un sueño’.
Mi primer libro abre las puertas de Candiles, un pueblo imaginario que críticos y periodistas como Noelia Acedo de ‘La Razón’ o Tribuna Feminista de ‘El Plural’ han comparado con un ‘Macondo andaluz’. Son doce relatos que componen una novela fragmentada, donde los personajes cobran todo el protagonismo. Mi prosa de pinceladas impresionistas, lírica y aparentemente sencilla, se funde con diálogos rurales y verosímiles para crear personajes que no sean de cartón piedra, personajes que aspiran a salir de las páginas y tocarnos el corazón. Los temas son el telón de fondo sobre el que se construyen los personajes: memoria histórica, violencia machista, identidad sexual, espiritualidad y religión… Es un libro fuertemente anclado en la vida, la de antes y la de ahora.
F.J.:‘Hijas de un sueño’ es un trabajo muy bien construido y maduro, algo muy inusual en una ópera prima, cuyo prólogo ha sido escrito por Ángeles Mora (Premio Nacional de Poesía). De nuevo surge la presencia de la mujer como parte determinante de tu obra. ¿Es así? ¿Qué te ha supuesto tener a Ángeles Mora como madrina del libro?
Gerardo Rodríguez-Salas: Ciertamente me estreno como escritor con un trabajo muy reflexionado, cuya gestación ha durado tres años. Desde que empecé a escribirlo soñaba con que Ángeles Mora me prologara, pero no la conocía. Desde que descubrí su poesía en primero de carrera (allá por 1994) la leí sin tregua, hasta que el Día de la Poesía de 2017, poco antes de entregar el libro a la editorial, coincidí con ella en su lectura de poemas en una librería, acabamos tomándonos unas cañas y conectamos. Me dijo que se leería mi libro, porque le atrajo la temática, pero que no me prometía nada. El sueño se hizo realidad y acabó escribiendo el magnífico prólogo de ‘Hijas de un sueño’. Tenerla como (hada) madrina ha sido una forma de hacer el cuento realidad y para mí es un honor abrir las puertas de Candiles con la llave de Ángeles.
F.J.: Muchos de los personajes que retratas son personas reales y algunos incluso de tu propia familia. ¿Cómo ha recibido ésta el hecho de formar parte y ser protagonista de este libro?
Gerardo Rodríguez-Salas: El relato más autobiográfico es el de ‘Hijas de un sueño’, que da título al volumen. Es el relato más largo y más complejo, donde se mezcla la realidad con la ficción hasta tal punto que no sabría decirte dónde están los límites. ¿Acaso importa? El resultado es un mundo onírico que huele a verdad. Siempre cuento la anécdota de que, cuando leí este relato a mi madre y a mis tías, que sirvieron de base para crear los personajes de Matilde, Reme y Sor Vicenta, su respuesta fue: “No, eso no fue así. ¿Por qué no has contado las cosas como sucedieron?”. Ellas se ven reflejadas en esos personajes pero, a la vez, saben que son una ficción. Esa es la magia de la literatura. Mis familiares han recibido el libro con entusiasmo porque han reconocido su mundo cotidiano, un mundo que, sin embargo, suscita tantas emociones que cualquier lector y lectora que entre en Candiles lo hará suyo.
“Reproducir con verosimilitud las hablas andaluzas, sobre todo de los pueblos de Andalucía Oriental, quizás haya sido la parte más complicada del proceso de creación de este libro”
J.G.: El lenguaje que utilizan los habitantes de Candiles es fiel reflejo del que se hablaba –y aún se puede escuchar– en los pueblos de Andalucía Oriental. ¿Te ha resultado difícil reproducir fielmente esta forma de expresarse, tan particular como compleja? ¿Cómo fue el proceso de investigación?
Gerardo Rodríguez-Salas: Reproducir con verosimilitud las hablas andaluzas, sobre todo de los pueblos de Andalucía Oriental, quizás haya sido la parte más complicada del proceso de creación de este libro. Yo me he criado en dos pueblos granadinos (Jun y Beas de Granada), así que las cadencias de las hablas rurales fluyen por mi cabeza con naturalidad. Pero, a pesar de ello, plasmarlo por escrito no ha sido fácil. Tenía claro que no quería maquillar la forma de hablar, como ocurre en muchas narrativas (neo)ruralistas, y pretendía darle a esas hablas todo el protagonismo en algunos de mis relatos, como es el caso de ‘Aceite y jabón’. Aparte de tener hecho el oído a dichas cadencias, me documenté libretilla en mano, escuchando a gente de pueblo, y no sólo me fijé en su léxico, expresiones y giros lingüísticos, sino también en sus historias, muchas de las cuales acabaron entrando en Candiles en forma de ficción. Una vez redactado el primer borrador, pulí una y otra vez el lenguaje, cada frase, cada palabra, hasta que tuve la sensación de que esos diálogos sonaban frescos y cercanos.
F.J.: Este libro va más allá de un conjunto de relatos. “La vida es un telar que va tejiendo historias” nos dices, de una forma original y sencilla. Los diálogos entre los personajes están tan bien construidos, respetando su singularidad, que dan voz a quien no suele tenerla. ¿Era ésta tu intención al escribirlo? ¿Qué voces quieres reivindicar? ¿Te ha quedado algo por contar en una posible segunda entrega?
Gerardo Rodríguez-Salas: En mí la imagen del telar cobra un especial significado. Más allá de la metáfora literaria tan recurrente (ya la vemos en ‘La Odisea’) yo me he criado entre telares, porque mis padres tenían un pequeño negocio familiar. El sonido del telar me ha perseguido toda la vida, tejiendo mis historias con sus cadencias, y por eso supe desde el principio que esta imagen sería el hilo conductor. Efectivamente, mis personajes son singulares. Mi prioridad era reproducir con frescura las hablas andaluzas para romper con la diglosia que ha caracterizado Andalucía (todavía hoy), es decir, el contraste entre el castellano estándar y el andaluz rural, este último a menudo considerado coloquial e incluso vulgar. En mis personajes respeto y remarco los rasgos de las hablas andaluzas pero distingo registros: desde el lenguaje de la protagonista analfabeta de ‘Aceite y jabón’ hasta el lenguaje de sor Vicenta en ‘Hijas de un sueño’, que es la única hermana con una carrera. Quería reivindicar las voces de las mujeres de pueblo, pero también las de colectivos subalternos, como el LGTBI, e incluso de personajes normalmente marginales como los niños. El resultado es un palimpsesto de voces ficcionales que resultarán muy familiares. ¿Me ha quedado algo por contar para una segunda entrega? Sin duda. Candiles regresará de una u otra forma.
J.G.: La imagen de la mujer está muy presente en este libro. ¿Cómo son las mujeres de Candiles? ¿Por qué era necesario poner en valor esta figura?
Gerardo Rodríguez-Salas: Tal y como titulé mi charla para la Feria del Libro de Sevilla de este año, “las mujeres de Candiles toman las letras”. Como dice Bonnie Smith en su ‘Género de la historia’, las mujeres han sido invisibles en la Historia, pero sobre todo las rurales no han tenido ninguna oportunidad. Al morir mi abuela sentí que su voz y la de todas esas mujeres que son el motor de los pueblos tenía que escucharse fuerte y claro y, puesto que según críticas como Cristina Segura las mujeres “no pasamos a la historia escrita”, quise darles la oportunidad de hacerlo en mi ficción, construyendo una historia alternativa para ellas, documentada y verosímil, para dejar que esas voces se expresen con libertad. Ahí he de decir que Federico García Lorca abrió la puerta de par en par para que las mujeres de la vega granadina gritaran con fuerza. Desde ahí retomo yo en mi ficción.
“La violencia machista es un problema estructural como resultado de los patrones patriarcales que siguen tejiendo las sociedades actuales”
J.G.: Uno de los relatos de tu primer volumen, ‘Babel’, acaba de ser incluido en una antología de textos de autores granadinos contra la violencia machista. ¿Crees que era el momento de que una iniciativa de estas características viera la luz? ¿En qué medida, a tu entender, la literatura puede ser un factor de cambio importante en este sentido?
Gerardo Rodríguez-Salas: Desgraciadamente era el momento y los promotores de la idea, tú entre ellos, no pudieron ser más visionarios. Salió a la luz en pleno proceso judicial contra ‘La Manada’, en un ambiente nacional donde la violencia machista contra las mujeres es una realidad cotidiana. En mi opinión, la violencia machista es un problema estructural como resultado de los patrones patriarcales que siguen tejiendo las sociedades actuales. En ‘The Penelopiad’, por ejemplo, la reescritura irónica y mordaz de ‘La Odisea’ desde el punto de vista de Penélope y las doncellas asesinadas, Margaret Atwood denuncia el anacronismo patriarcal en las sentencias judiciales contra la violencia machista que, sin ir más lejos, encuentra una clara aplicación en nuestra España actual con el caso de ‘La Manada’. Tras la sentencia judicial y las manifestaciones masivas en las calles, se creó un comité para revisar la ley, compuesto por veinte hombres y ninguna mujer. Tanto la sentencia como la composición de dicho comité son ejemplos indicativos de que necesitamos iniciativas como ‘Granada no se calla’, que trata de reflexionar sobre la violencia machista y los patrones patriarcales que aún en pleno siglo XXI siguen estructurando nuestra sociedad. La literatura, tanto en su denuncia como en su lirismo, es un arma muy potente para mirar esa realidad desde la desfamiliarización y así poder cuestionarla y, por qué no, transformarla.
F.J.: Eres el coordinador del Máster GEMMA en Estudios de las Mujeres y de Género en la Universidad de Granada. ¿Nos podrías contar algo sobre tu labor en esta materia?
Gerardo Rodríguez-Salas: Es mi tercer año coordinando este ambicioso Máster con proyección internacional. Se trata de un programa donde participan siete universidades europeas, de las cuales Granada es además la coordinadora del consorcio, y más de 20 universidades e instituciones latinoamericanas y norteamericanas. Es un programa interdisciplinar con un sólido bagaje teórico en temáticas de feminismo, nuevas masculinidades, teoría queer y trans. Para mí es un honor coordinar un proyecto en el que contamos con figuras colaboradoras como Chandra Mohanty, Rosi Braidotti, Jack Halberstam o Nawal El Saadawi, un programa que me permite tratar directamente con alumnado y profesorado que cree en su trabajo, teorizando conceptos que debemos aplicar a la lucha cotidiana. Mi compromiso en temas de género ya viene del Máster en Estudios de Género en la Universidad de Oxford, que cursé en 1998, y mi docencia e investigación están marcadas por esta perspectiva. Actualmente imparto el curso optativo ‘Género y literatura en lengua inglesa’ en el Grado de Estudios Ingleses, altamente demandado por el alumnado.
F.J.: Algunos pasajes son verdaderas obras de teatro, de hecho creo que has realizado alguna lectura teatralizada. ¿Cómo surge esta idea? ¿Cómo te sientes cuando tus palabras cobran vida en otras voces y en otras miradas?
Gerardo Rodríguez-Salas: Es cierto que los diálogos de los personajes son frescos y verosímiles así que, al tratar de distanciarme de mi propio idiolecto, el resultado son unos diálogos muy efectivos para llevarlos a escena. El primer impulso, por tanto, fue recurrir a actrices locales que le dieran ese toque rural que estaba buscando. Bajo la dirección de Amador Aranda, las actrices de Pulianas hicieron una magnífica labor, lo cual me hizo darme cuenta del potencial de mi libro para una adaptación teatral. Asimismo, la lectura de fragmentos de mi relato ‘No duerme nadie’ junto a extractos de ‘Poeta en Nueva York’ de Lorca, que realizó Javier Tárraga en el Museo Casa Natal de Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, terminó de convencerme de la teatralidad de subyacente en él y, como os comentaba antes, el resultado es una adaptación teatral que viene de camino. Escuchar mis palabras en otras voces y miradas es un lujo y me confirma que los diálogos que he creado son creíbles, porque siento que vuelan por si solos.
“La literatura, tanto en su denuncia como en su lirismo, es un arma muy potente”
J.G.: Sin duda estarás trabajando ya en algún nuevo proyecto, o lo tendrás en mente. ¿Qué nos puedes adelantar sobre él/ellos?
Gerardo Rodríguez-Salas: Lo más inmediato es una dramatización de ‘Hijas de un sueño’. Tras las lecturas teatralizadas del libro por un elenco de actrices de Pulianas y por el rapsoda Javier Tárraga, mucha gente me decía que tenía un gran potencial teatral, así que le di unas vueltas y, actualmente, estoy adaptando el libro para convertirlo en una obra de teatro.
Por otro lado, he empezado a pensar en el argumento de una novela, que me llevará más tiempo. Sólo puedo anticipar que se trata de una novela de suspense, pero sin perder el lirismo que caracteriza mi narrativa, y en la que volveré a revisar la memoria histórica. Tras explorar el género del relato corto, me apetece lanzarme a la aventura de escribir una novela.
J.G.: Como experto en literatura y como “parte interesada”, ¿crees que en Andalucía, y más concretamente en Granada, existe una suerte de “vórtice literario”?
Gerardo Rodríguez-Salas: Estoy totalmente convencido de que así es. La Granada literaria es un remolino de viento que avanza rápidamente sin perder un ápice de fuerza. Figuras como Federico García Lorca, Francisco Ayala, Ángel Ganivet o los Premios Nacionales Ángeles Mora, Luis García Montero y Antonio Carvajal han contribuido a que este vórtice mantenga la fuerza de un huracán. La nueva generación de poetas, que aparecen en la antología ‘Algo se ha movido’ (Esdrújula), es un claro ejemplo de la fuerza con la que irrumpen los más jóvenes. Esta fuerza y buena salud literaria ya eran patentes en una antología anterior, ‘Todo es poesía en Granada’, y es cierto que el panorama granadino está plagado de grandes poetas (no mencionaré nombres porque me dejaría a muchas y muchos en el tintero), así como de buenos prosistas como Alejandro Pedregosa o Ángel Olgoso. Además, me gustaría destacar el ambiente de camaradería que caracteriza, en mi opinión, a la Granada literaria.
F.J.: Esta semana se ha celebrado el 120º aniversario del nacimiento de Federico García Lorca (el 5 de junio). ¿Qué supone para ti esta celebración? ¿Qué otros autores te han influido?
Gerardo Rodríguez-Salas: Como escritor nacido en Granada, mi vínculo con el poeta es ineludible sobre todo porque viví mi niñez en los mismos escenarios de los pueblos de la vega granadina rodeado de las mismas mujeres, aunque en otro tiempo. Al igual que Lorca, yo también escuché a las mujeres rurales de Granada: sus historias, su imaginario popular, sus problemáticas… De hecho, siempre he vivido muy cerca de donde murió y por donde pasó camino de la muerte. Su olor impregna las páginas de mi libro y mi relato ‘No duerme nadie’ es un claro homenaje al Lorca de ‘Poeta en Nueva York’, un relato donde revivo su muerte y le doy la oportunidad de un segundo nacimiento.
Sin duda, aparte de Lorca y Mansfield, que yo diría que son las dos influencias más directas, me remito a mi pasión por la narrativa rural de Miguel Delibes (‘El camino’, ‘Cinco horas con Mario’ o ‘Las ratas’) o Ana María Matute y su trilogía ‘Los mercaderes’ y, por supuesto, la narrativa neorruralista de Jesús Carrasco (‘Intemperie’), Moisés Pascual (‘Los descendientes del musgo’) o Mónica Collado (‘Palabra de sal). Mis relatos arrancan con citas de poetas, en su mayoría del entorno granadino (Ángeles Mora, Teresa Gómez, Luis García Montero, Elena Martín Vivaldi, Javier Egea, etc.) para dejar constancia de mis raíces literarias granadinas. Aparte, habría que destacar los guiños a escritoras y escritores como Virginia Woolf, Gabriel García Márquez, Zora Neale Hurston, Margaret Atwood, Lewis Carroll o Angela Carter, por nombrar algunos. Eso sí, también quería que Candiles brillara con una luz característica, por lo que estas influencias son sutiles y, tras ellas, vibran con fuerza el corazón de un pueblo y un universo que late con sangre propia.
F.J. y J.G.: Gracias Gerardo por tu buen hacer y saber estar.
Gerardo Rodríguez-Salas: Gracias a vosotros por esta entrevista y por brindarme vuestra amistad y complicidad literaria.
Puesto que esta semana celebramos el 120º aniversario de su llegada al mundo, comparto con los y las lectoras de SecretOlivo un extracto de mi relato ‘No duerme nadie’, de ‘Hijas de un sueño’ (Esdrújula, 2017).
III
La muerte hay que mirarla cara a cara.
¡Silencio! ¡A callar he dicho!
¡Nos hundiremos todos en un mar de luto!
¡Silencio, silencio he dicho!
¡Silencio!
Uno y dos.
Poeta y flor.
El poeta sueña con abrazar la luna y camina tiritando hacia ella. El espejo de plata se tiñe de rojo y le muestra su sino.
Poeta y luna languidecen.
La aurora esparce un rocío que hiela el corazón y huele a asesinato.
Uno y dos.
Poeta y pelotón.
Su chaqueta blanca y arrugada presiente agujeros negros que devoran la luna. Tres sombras lo acompañan como satélites asustados que pronto dejarán de gravitar. En la madrugada, el miedo retumba como un trueno y cojea junto al poeta.
Muleta podrida.
¡Ay! Ni los rezos desesperados cambiarán su destino. Ya huele a sangre. Los grillos cantan y el poeta oye el grito roto de una caracola. Cierra los ojos y lanza una cuerda que alguien coge al otro lado.
Uno y dos.
Sin uno y sin dos.
Las serpientes escupen balas de fuego, sangre negra como la luna nueva. La cueva roja se tiñe de oscuro y el niño se agarra a la cuerda de su ombligo cuando la luna pinta de blanco su retina de cristal.
El niño ve al poeta y el poeta ve al niño.
La canción traspasa el tiempo y el niño acaricia la muerte regalando melodías a la sombra que aún respira. Se despide de su hermano moviendo el piececito y sonríe porque abraza la noche, pero en la noche hay hueco para un nuevo día. Cae desplomado en el polvo de la carretera. Los ojos del ciervo han soñado por los del caballo, los del niño por los del poeta y la piedra blanca de la luna late con la sangre inocente de un sueño.
Sin uno y sin dos.
Sangre y dolor.
Los truenos cruzan al poeta y la medusa se viste de rojo el día del aniversario. El tiempo es un espejismo, un cristal oscuro que brilla como la luna. El niño se despide acariciando su ombligo, pues debe marcharse para que viva su hermano. Suelta la caracola, que se hunde entre corales negros y, agarrado al poeta, atraviesa el Mar Rojo en busca de otra orilla que le dé cobijo.
IV
No duerme nadie por el mundo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Escuché la caracola y sonó a despedida. El poeta se asomó al alféizar de mi sueño con mirada siniestra y sangre en la mejilla.
No es sueño la vida.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Abrí los ojos a este lado del recuerdo y una luz verde flotaba en la noche. 4:45 de la madrugada. 19 de agosto. Todavía olía a Nueva York. Busqué a tientas la mano de Adán, que me devolvió la caricia. Él tampoco dormía. Toqué mi vientre y la luz verdosa iluminó un charco negro sobre la sábana. Grité con todas mis fuerzas hasta que Adán encendió la lámpara.
Un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
¡No, no, no!
Quise detener el río de la vida que fluía por el cauce equivocado, pero no hice nada. La esfinge del tiempo estranguló a quien no resolvió el misterio o quizás al único que lo acertó, al que no necesitaba ojos para ver.
El niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
Adán me llevó a la ducha y sienció mi tiritera con besos y susurros. Unos perros ladraron en la noche como si quisieran devorar la luna y su manto de hierro blanco. Mientras Adán se cambiaba de ropa, abandoné mi cuerpo al agua templada y cerré los ojos y lloré y volví a Nueva York y me convertí en una gotita del dolor rugiente y silencioso que cala el corazón. Deposité mi dedo en el vientre y la esperanza se escurrió por el desagüe.
Al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Camino al hospital apuntaban los primeros rayos, agujereada de luces la silueta de la ciudad.
No duerme nadie por el cielo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo!
Federico nació meses más tarde. El sol radiante anunció un nuevo día y la caracola estampada en su mano regaló canciones al mundo.